Falta de alineación (no va de fútbol, va de coherencia).

 

Tienes una versión en audio bajo estas palabras y, justo a continuación, en texto.

 

¿Tienes “bienestar” pero con insatisfacción?

Macarena, desde la vuelta de su baja maternal, estaba ensimismada.

Ensimismada y con el ceño fruncido.

Como quien divide de cabeza entre trece.

 

Había entrado hace dos años y medio en la empresa de seguros.

Nada a la vista que objetar.

No se portaban mal con ella.

El ambiente era soportable, tirando a agradable.

 

Desde que fueron a por María del Carmen, se sintió agobiada.

Como con un peso en la espalda y una correa en el estómago.

Fueron 7 años angustiosos.

Su marido se volcó en cuidarla, no sentía que por ahí la vinieran los males.

 

De niña, su padre era guardia de seguridad nocturno en una fábrica.

Su madre ayudaba a su primo, en el puesto de fruta y verdura del mercado de Triana.

Antes de que pusieran las calles, dejaba a Macarena con su abuela.

En cuya cabeza, no funcionaba bien todo.

Siempre hablando sola y cuatripitiendo en voz alta las tareas de su día.

Hasta la adolescencia, se aisló en los libros, antes de ir al cole.

Ella siempre calló lo triste que se sentía con la abuela por las mañanas.

La quería mucho, pero sentía que era ella la cuidadora.

Hubiera preferido a un hermanito con quien jugar, a un cascarón vacío.

 

La asaltaban muchos recuerdos de aquella época.

De su padre, despidiéndose al atardecer, para ir a hacer las rondas.

De su madre cargándola, envuelta en una manta, hasta casa de la abuela.

De ellos arrastrando su cansancio y chocando cuando no se evitaban.

Siempre fueron justitos en casa.

Y muchas, las peleas por el dinero.

 

—    Por Dios, ¿qué me pasa que me siento mal?

Tenían una pequeñita holgura económica.

Su hija estaba en una guardería cuidadosamente elegida.

Su marido se estaba poniendo las pilas con el inglés para ascender.

 

No dejaba de mirar el fondo de pantalla de su móvil.

Y, si tendía algún aviso de la guardería.

Sacar el móvil… ver si hay notificación… mirar foto, suspirar… chequear de nuevo…

Muchas más veces de las que quisiera reconocer.

—    La Virgen, lo mío no es normal. ¿Cómo me puedo tranquilizar?

 

 

Lo que la pasa a Macarena es que no tiene la cabeza en el trabajo.

Ni la cabeza, ni el corazón.

Siente una desalineación entre sus valores y acciones.

—    Si pa´mi, lo más grande es mi hija, ¿qué hago en el trabajo?

—    Pero esto me paga la educación de mi chiquilla.

Se dice para tranquilizarse.

—    ¿Cómo no la voy a dar lo mejor?

Entendiendo lo mejor, por lo más caro que puede pagar.

Costeando una hipoteca y guardando un poquito para sus estudios.

 

Ni a su marido cuenta, que se siente mala madre.

Mala madre, por no estar con su hija.

Mala madre, si piensa en dejar su trabajo y no pagarle un cole privado.

Mala madre, por el tiempo que pasa con una extraña fuera de su casa.

Mala madre, por no ser mejor que sus propios padres.

 

—    ¿Y qué puedo hacer? ¿Por qué no se me ocurre nada?

Todos hacen lo mismo, ¿no?

Tratar de tener dinero para que tengan una buena vida.

¡Ahora sí que entiendo a mis padres!

Bueno, yo no salí tan mal, ¿no?

¡Santo Cielo! ¡Así de difícil es la vida!

 

Y en esa cabeza, había un no parar.

Objetivamente, ganar dinero, era lo mejor.

Pero para esos hombros cargados, ese pecho oprimido y ese estómago apretao…

Lo que la decían es “ve con tu hija, no seas mala madre”.

Cada día más tensa y más en Babia.

Necesitando desenchufar la máquina del malestar.

—    Tan deseada la niña y yo sin disfrutarla.

¿Hay mucho apego por la pequeña?

 

Macarena vive mal su (aparente) incoherencia.

¿Esto es así?

¿Realmente es así?

Para ella, siendo lo más importante cuidar físicamente a su hija,

todo lo que no sea pasar tiempo con ella, es ser mala madre.

Todo lo que sea acercarse a su dolor infantil.

Pero también, no dar todo su esfuerzo para la educación del bebé.

Porque eso es lo que la han enseñado sus padres con su sacrificio.

El foco está en el dolor, no en la aportación.

Nuestra protagonista sufre, eso es así.

Pero ese castigo es desmedido.

Al igual que sus padres, que lo dieron todo… Que lo hicieron lo mejor que pudieron/supieron.

Ella está en la misma situación.

Y a la vez, junto a su marido, tratan de mejorar sus circunstancias.

¿Qué dosis de aceptación de la realidad mete a sus conversaciones internas?

¿Dónde queda la compasión por sí misma?

Lo que duele, no es estar en el trabajo mientras tu hija está en la guardería, es no estar priorizando lo que para ti es importante.

Mientras las acciones estén en la dirección de tus prioridades, podrás sentirte mejor.

Siempre que tu interpretación te lo permita

Que te puedes fustigar como si no hubiera un mañana.

Y en ese caso te preguntaría, ¿qué beneficio obtienes en hacerlo?

En el caso de Macarena, hemos quedado que hace lo que puede.

 

Ella ve la situación desde los opuestos.

O” tiempo, “o” dinero.

O” cuido a mi niña, “o” la doy mejor educación y facilidades.

 Preguntas generadoras de nuevos resultados van acompañadas de un “Y”.

¿Cómo conseguir más tiempo “y” mantener un nivel suficiente de ingresos?

¿Cómo hacer para tener más dinero “y” poder comprar tiempo?

 

Ojo!!! No te lleves esto desde el auto-engaño a tu terreno.

Sopesa con calma:

  • ¿Estoy haciendo todo lo que puedo (sin machacarme) en este momento?

  • ¿Qué hacen otras personas para priorizar sus valores?

  • ¿Se puede vivir desde otra emocionalidad?

 

No elegimos las situaciones en las que nacemos, pero sí tenemos el poder de hacer cambios.

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