La forma en la que lleves tu marcador, determina la felicidad de tu juego.

 

Tienes una versión en audio bajo estas palabras y, justo a continuación, en texto.

 

Imagina tu patio del cole…

En el recreo, sacan los balones y las voces gritonas. 

Se forman equipos y jugáis entre ellos. 

Al ser aún chiquillería, intentas encestar torpemente. 

Algunas las metes, muchas no. 

 

Se lleva un marcador de viva voz. 

La idea es divertirte y desfogarte, del tostón de las clases. 

Sentir el viento en la cara y el calor de palmear la pelota. 

Pero ya que estás, también ganar a los otros. 

Avivar tu orgullo y conquistar el respeto. 

Reírte en su cara y sentirte superior. 

Chulear frente al resto de tu clase. 

Que no se les olvide, quien ganó. 

 

El problema llega cuando no ganas. 

Te meten muchas canastas. 

Te sientes impotente mientras te driblan. 

Te das cuenta de que no ganarás. 

Perderás de mucho. 

Parece que se ríen de ti y te vacilan. 

Goliats, y tú sin honda. 

En tu mente, la meten desde el otro campo. 

Y hasta crees que te hacen un mate. 

 

Es interesante, que cada equipo, da importancia a cosas distintas. 

- Hay quien da más importancia a sus aciertos, o a los de los otros. 

- Hay quien sufre por cada canasta encajada, y quienes solo se fijan en las suyas. 

- Hay quien canda la mandíbula desde el salto inicial. 

- Hay quien hace el marcaje al otro como si le fuera la vida en ello. 

- Hay quien muere un poquito al encajar un triple... 

Palmarla de mucho, duele. 

Duele de la leche.

 

Esos compañeros, amigos antes, ya no lo son tanto al terminar. 

A quienes machacan en tu aro, los matarías con la mirada. 

A quienes encestan de tres, no les perdonarías la vida. 

A quienes te taponan o te vacilan de alguna manera, asesinato con tortura. 

 

En estas circunstancias, si vas muy por debajo del marcador, te enfadas. 

Puede que te sientas con el permiso de placar duro. 

Al final, pasas de seguir en la mierda y lo dejas.  

Cuando hay mucho desequilibrio, no mola. 

Incluso si son ellos los que pierden, llega un punto que se colma tu ego. 

 

Es más divertido tener cierto balance. 

Ganar o perder por poco. 

La percepción de estar a la par.

No vencer o no palmarla, siempre. 

Una sana danza entre vuestras victorias, mientras, cada día juegas mejor y mejor.

Un equilibrio provechoso entre el dar y el recibir. 

 

Ahora, imagina que quisieras conservar la amistad del otro equipo. 

Podría venirte bien, no tener más de un par de canastas de diferencia. 

Dejas que marquen ellos…

…o mejor…

… encestas en tu propia canasta. 

— ¿Cómo? ¿Qué dices Manu?

Espera, deja que te cuente.

 

Dale una vuelta a esto: 

¿Y si empiezas agasajando, al marcar unos puntos en tu propia cesta? 

Sería una forma, en la que ellos se sentirían, de partida, en ventaja. 

Estarían en “deuda” para hacer lo mismo. 

O en buena disposición, por si metes un triple sin querer. 

Este es el principio de reciprocidad. 

Así funcionan nuestras relaciones.  

Te doy y me das. 

Si he subido suficientes puntos a tu marcador, y la lío, no pasa nada. 

Si el otro la caga, pero el partido es bonito, seguirás jugando. 

 

Se usa mucho en ventas. 

Se trata de generar una percepción de relación provechosa para ambos. 

De establecer confianza. 

Que pienses que no te machacaré. 

 

El tema se complica al llevar el contador en cada cabeza. 

Puedes pensar que te hicieron muchos puntos. 

Que saltaron desde 10 metros, con molinete de brazos, destrozaron el aro… 

… y gritaron: ¡Tres puntos colega! 

Pero que, en la cuenta del resto de cocos, crean que lleven mucho tiempo sin marcar. 

 

Este juego es interpretativo. 

No hay árbitro imparcial. 

Por cada jugador o espectador, se deduce un significado.  

Cada cual, mira en su archivo de jugadas y la mete en una caja. 

Eso fue falta, ahí pasos, claramente de tres… 

 

De eso va este blog. 

Para que sepas distinguir si están demasiado tiempo en tu campo.

Si de verdad se cuelgan de tu canasta o no. 

Para que no hagas pasos, dobles, técnica y personal a la vez. 

 

¿Y cómo? 

Ampliando tu percepción de tus movimientos y repercusiones. 

Que no te pilles dando un codazo, que no querías. 

Conociendo el juego del otro, para anticiparse. 

Saber que es falta en su forma de pensar y sentir. 

Usando la moviola, para no juzgar desde el furor del partido. 

Re-interpretando los eventos por si te perdiste algo. 

Dando significados diferentes, a recorrer la cancha tras la pelota. 

Buscando la convivencia, la reconciliación o disolver el partido de la mejor forma. 

 

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Para que saques tus conclusiones, en tu tablero de jugadas, y si quieres me las compartas:

- ¿Has (o te han) hecho falta, por la que han mandan al banquillo o a la enfermería? 

- ¿Has (o te han) metido alguna vez canasta sin querer? 

- ¿Te ha parecido algo un triple y luego no lo era? 

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¿Qué te deja de gustar? Te das de baja. 

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