¿Cómo elegir tus batallas? Contado con la historia real de guerreros italianos que se jugaron la victoria midiéndosela.

Tienes una versión en audio bajo estas palabras y, justo a continuación, en texto.

 
 

Para que te sitúes, ocurrió durante el Renacimiento italiano, en 1425.

Dos repúblicas, Florencia y Génova, estaban a espadazo limpio.

Y decidieron poner fin a las contiendas.

 

Sólo a los tíos, se nos puede ocurrir esta forma de decidir el vencedor.

Competirían a ver quién la tiene más larga.

Sí, eran adultos.

Y, sí, para decidir el resultado de una guerra.

 

Los miembros (nunca mejor dicho), elegidos para competir, serían los Jefes de Tropas.

En el idioma de Silvio Berlusconi, se denominan condottiero.

 

Pues eso, que ganaría el que tuviera más grande el cannoli (en el país en forma de bota, es un famoso postre y el atributo masculino).

 

Me imagino la situación.

Ambos ejércitos, viéndose en la circunstancia de vencer o perder, por el tamaño del chile de su representante, cuando…

… justo antes de sacar los “instrumentos” de medida,

y según ha llegado a nuestros tiempos,

el notario florentino Poggio Bracciolini* habló por su facción…

 
Retrato de Poggio Bracciolini en una capital iluminada de De varietate fortunae, Biblioteca Vaticana, Ms. Urb. lat. 224

Retrato de Poggio Bracciolini en una capital iluminada de De varietate fortunae, Biblioteca Vaticana, Ms. Urb. lat. 224

*También llegó a ser Canciller de Florencia gracias a los Medici, estudioso del latín, un Indiana Jones de obras literarias clásicas, historiador, inventó una tipografía y hasta tiene un retrato en el Vaticano, donde fue secretario de Bonifacio IX.

 

Yo me le imagino, con porte serio, cuerpo erguido, proyectando la voz para que se escuchara en la lejanía…

…Y…

Diciendo que, sus rivales, los genoveses deberían ganar la disputa…

Ante el estupor de los presentes, a punto de tasar las flautas del amor y el pis.

 

Al solicitarle explicaciones, alegó sobre los de Génova:

“Sus miembros viriles poseen tal longitud que llegan a cubrir enormes distancias.

¿Cómo se explica si no que, cuando pasan años a cientos de millas de su hogar, encuentren a su retorno que son padres de varias criaturas?”

 

Los genoveses se cabrearon nivel Dios.

Y vuelta a darse de tortas.

 

¿Realmente sabes elegir tus batallas?

 

Te puedes dejar la vida por una erupción de ego.

Meterte el tiro en el pie y caer en tus propias trampas.

  • Las inconscientes o las reactivas.

    Como los genoveses que, ofendiditos, tiran su paz porque los hicieron de menos.

  • Las conscientes de lo que se hace, pese a que no midan las consecuencias.

    Como Poggio, que quiso quedar por encima del resto.

 

El ego te tiene librando una contienda del pasado.

Con tu padre o tu madre, con el hermano o hermana, con quien abusaba en clase, con quien no te quiso como querías, con lo que envidiaste,…

Se manifiesta en tu presente.

Con los más felices a tus ojos, con los que aparentan ser o tener más, con quien logró ser algo que no pudiste, con afinidades que no se dan, con el cuerpo que no llega, con el odio hacia esa persona,…

Y te tiene dándole al coco, sobre cómo será el futuro.

¿Te lo detectas?

 

Al final el ego te quiere en lo conocido, pese a que no sea lo mejor para ti.

Te lo cuento con más detalle en el artículo:

El guardaespaldas miope de tu zona de confort.

Te puedes salvar la vida, por conectarte a algo relevante.

Y ni tiene que ser peleado, ni sufrido.

Puede ser muy disfrutado.

Hablo de un proyecto de vida ilusionante.

Eso que te saca de una insatisfacción vital y te pone las pilas.

Es, atravesar la frustración recurrente, para ir sobre raíles hacia algo que mereces.

Pasar de la derrota en la batalla por tu existencia, a exprimir el dulce jugo de darte valor.

 

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