Gabriel, Susana y el Pueblo (parte II): Decisiones, malditas decisiones.

Para leer la primera parte: Gabriel, Susana y el Pueblo (parte I): El efecto Tarzán o liana. 

Gabriel, por mucho que su abuela dijera que tiene nombre de ángel, no se sentía así.

Pulsaba por dentro con hambre voraz de expandirse.

Esta vida no era para él.

Jamás quiso vivir en la tranquilidad del campo y sus frutos.

Jamás quiso morir del sacrificio sobre las tierras y sus bestias.

Jamás quiso mirar al cielo y suspirar por la esquiva bondad del clima.

 

Se sabía inteligente, se sabía ambicioso, pero sobre todo temerario.

De aquí me voy por mis santas pelotas”, se decía.

Siempre habría un pan tosco y una lumbre en su Pueblo.

Pese a que pensar en eso, rasgaba desde dentro.

 

El conformismo de su familia le roía desde las entrañas y golpeaba en su cerebro.

No podía estar allí mucho más tiempo.

Rompería con todo si hace falta.

Se prometía no volver, soltar relaciones y dejar atrás.

Si alguien quería seguirle, que se diera prisa.

 

Cada año se sentía más enjaulado allí.

Necesitaba ampliar horizontes.

De momento, se expandía su cuerpo y su mala hostia.

Desde los 14, era más alto que sus padres y los contestaba.

No quería estar todo el día trabajando en eso.

Esto no es para mí, es una jodienda.”

No entendía que no pudieran hacer algo distinto, como en la tele.

A los 16 era muy rebelde y estaban todo el día a broncas.

En un amago de irse de casa, sus padres aflojaron las formas.

El niño, había dejado de serlo y asustaba.

Incluso se había buscado un trabajillo.

 

La vida, que tiene estas cosas, puso en medio a Susana. Susi la de la Mari.

Pese a que se conocían dese críos.

Nunca llamó nada su atención, salvo su cuerpo,

que pasar la adolescencia en un pequeño Pueblo, tiene estas cosas.

Ella representaba todo aquello de lo que quería huir.

Recato, mansedumbre, resignación,… tragaderas.

A más le presionaba su familia: “La Susi es mu’maja pa’ti

Menos ganas tenía él.

 

Empezó a ver a Susi, como una soga con la que sus padres querían atarle.

La presión sobre hacer vida allí y currar en el negocio familiar, no cesaba.

Desde los 16 vendía piensos. Primero llevándolos y desde hace poco de comercial.

A sus padres no les gustaba, veían que el árbol les crecía torcido.

Redoblaban esfuerzos para que se centrara.

 

Al poco de sacarse el carnet (pese a que conducía desde los 13),

prepararon un viaje encerrona con la Sisi a Toledo.

Recoge los repuestos, y te llevas a la niña de la Mari pa’sus recaos”.

Solo por cabrear al Toño, que babeaba por ella, merecería la pena, pensó.

En realidad, cualquier cosa para salir del Pueblo y estar tranquilo, valía.

 

Tras diez minutos, se terminó lo superficial y se hizo el silencio.

Ufff ¿De qué voy a hablar con la “pan sin sal” esta?

 

Tras muchos minutos, llegando ya, y con un hilillo de voz, ella dijo:

Sé qué te piensas mejor que todos, mejor que yo.

Cada uno tiene su visión de un buen futuro.

Yo no tengo tu iniciativa, pero sé leer a las personas.

Gabriel tragó saliva, nunca nadie había sido tan directo con él.

 

Sin apartar los ojos del salpicadero, ella continuó:

No soportas el Pueblo, ni a la gente que quiere vivir allí.

Rechazas a tu propia familia, pero te dices que los quieres.

Cuando amas a alguien, acoges lo que no te hace tanta gracia.

Eso fue como un puñetazo en el estómago.

Justo eso se decía Gabriel, pero con un matiz:

Son ellos, los que no me quieren como soy.”

 

Si dejar que pudiera interrumpirla, soltó:

Nada mejora de verdad, rompiendo de donde viene.

Ni las plantas, ni los animales, ni las personas.

Hay una evolución, una mutación o una transformación.

Siempre desde lo que ya había.

Gabriel, tu familia es buena gente, que se preocupa por ti.

Solo quieren darte lo mejor que tienen.

Cuando dejes el Pueblo, mejor que hagas las paces con ellos.

Sin tiempo a réplica, ella se bajó aprovechando un stop.

Nos vemos a las dos aquí.

Añadió girándose un instante.

Él vio cómo se alejaba.

Una Susi, como nunca antes había contemplado.

 

Ella, al doblar la esquina, se sujetó sus temblores.

No se creía lo que había dicho a Gabriel, su Gabi.

¿O realmente se lo había dicho a sí misma?

¿A caso ella aceptaba lo que tenía en casa?

Se secó el sudor, como si con ello apartara esas perturbaciones.

 

Las horas hasta su regreso, pasaron densas para él.

Con un pensamiento frenético.

Sin dudar de que se iría de casa.

Faltaría más.”

Pero con la sensación de haber sido injusto con sus padres…

“…O no,

bueno sí,

un poco,

pero…

me pasé,

también ellos me gritan,

no me apoyan,

siempre con lo mismo,

no me entienden,

o no me he explicado,

tampoco los entiendo,

¡coño los quiero mucho!

Eso es verdad… ¡Pero es mi puta vida, joder!

 

Deseaba volver a ver a esa versión de Susi desconocida.

No sabía qué decirla, tenía la cabeza a mil.

Pero esos minutos de sinceridad, habían sido hermosos.

A ella la veía ahora hermosa.

¿Qué poIIas me pasa?

Cuando alguien te toca, TE TOCA.

Algo en tu interior ha tomado una decisión.

Poco más se puede hacer sin confrontarlo contigo.

Ya ha ocurrido, ahora toca sopesarlo.

En ocasiones, tenemos estas divisiones internas.

Dos beneficios tratando de competir por tu atención y elección.

¿Sigo en el Pueblo por el amor de mi familia?

¿O busco en soledad la vida que siempre he perseguido?

¿Me fijo en lo que siempre he rechazado de Susi?

¿Exploro esa nueva versión de ella que me atrae tanto?

La vida está llena de decir síes a algo, asumiendo noes a la otra parte y viceversa.

Dos técnicas para tomar mejores decisiones:

A) Técnica de toma de decisiones cognitiva:

  1. Haz tu lista de tus pros y contras (más racional).

  2. Pregúntate: ¿Qué decidiría mi mejor versión?

  3. ¿Qué haría en ausencia de miedo (si nada pudiera salir mal)?

  4. Haz la famosa regla del 10:

    • ¿Qué pasaría si tomara esta decisión en 10 horas?

    • ¿Y en 10 días?

    • ¿Y en 10 meses?

    • ¿Y en 10 años?

B) Técnica de toma de decisiones experiencial:

Sacada de la Programación Nerurolingüística (PNL), la técnica bebe de la terapia Gestalt, y se explora los procesos de Focusing.

Te puede parecer una frikada (o no), pero funciona a muchísimas personas (¿te atreves?):

  1. Sitúa cada decisión en un punto de espacio (de ser dos, una en cada mano).

    • Te puede ayudar aislarte de estímulos, incluso cerrar los ojos.

    • Dale: forma, color, textura, peso, densidad, temperatura, brillo,… siéntelas intensamente con los 5 sentidos.

    • ¿Podrían tener “personalidad” propia? ¿Qué pensaría?

    • ¿Cómo percibes / sientes / conectas con cada una de las decisiones?

    • ¿Tienes alguna sensación corporal que te incline por alguna de ellas?

  2. Date tiempo, siente como se mezclan razones y emociones.

  3. Enfrenta unas decisiones con otras. ¿Podrían comunicarse?

  4. ¿Es posible que se fusionen en una decisión complementaria?

  5. ¿Qué has sacado en claro?

De no estar familiarizado con estas técnicas experienciales, te puede costar más.

Lo ideal es que te guíen al principio.

En la escucha del cuerpo y las emociones que viven en él hay mucha información.

Un tipo de inteligencia perceptiva, de la que se está estudiando mucho ahora.

¿Has tenido alguna certeza con solo sentirla en tu cuerpo?

Apuesto a que sí.

Este tipo de intuiciones parte de conectarnos y parar el ruido mental.

Te invito a que te des la oportunidad de explorarlo.

¿Cómo te ha ido con estas técnicas?

Puedes contármelo en comentarios, al final de la página.

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Para leer las otras partes:

Gabriel, Susana y el Pueblo (parte I): El efecto Tarzán o liana. 

Gabriel, Susana y el Pueblo (parte III): La escucha y el cohete de las fiestas.

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