Me doy en la cabeza con la barra y me plancho con la apisonadora.

Grupo de piezas rotas y engranajes viejos. Foto de unsplash-image-xRDuEeG1TVI para Manu Galán de www.ManuGalan.com

Este artículo, pertenece a una serie de 5, que publiqué en el verano del 2022, para explicar unos cambios en lo que ofrezco.

En el correo anterior, te hablé de un conflicto, entre impulsos emocionales y lo que racionalmente no sale a cuenta.

Terminaba el correo, con que me pasa eso ahora mismo.

¿Lo recuerdas? Te dejo un enlace.

 

Para contarte, te pongo en antecedentes:

Llevo unos contratos de mantenimiento de trenes.

Es un trabajo de mucha responsabilidad.

Seguridad de pasajeros, de las personas a mi cargo, bienes materiales costosos, posibles repercusiones económicas, …

 

El tema es que por las mañanas me pongo esta “camiseta” y salgo al campo.

Por las tardes la de coach y bloguero, y a jugar.

Dos camisetas, dos partidos, pero una sola persona.

Luego tengo que encajar el resto: vida social, deporte, ir a la compra, descanso, … y el resto de cosas de una vida normal.

Todo ello en las mismas 24 horas que todo hijo de vecino.

 

Hay gente que lo hace.

No me quejo.

Lo he hecho con mucho gusto.

Eso de sarna con gusto no pica… pero un poco sí.

La sensación de no llegar, en ocasiones es asfixiante.

Querer estirar el chicle al límite y ver que no llega.

 

La pregunta sería: ¿Y por qué lo haces?

Pues porque siento que puedo, que me lo merezco y que me gusta.

No es arrogancia. También creo que te pasará algo similar aplicado a tu vida.

 

Por mi propia historia personal, en ocasiones, auto-presionarme me ha dado resultados (te dejo el enlace sobre algo gordo que superé con mucho trabajo).

Pero llega un momento que me paso de vueltas, me auto-regulo y vuelvo a empezar.

En ingeniería se llama sistema de regulación de lazo cerrado.

 

Es similar a afinar los límites.

Como quienes hacen salto de altura, dándose con la barra en la cabeza, por ponerla muy alta.

Luego la bajan un poco, la pasan y al tiempo la vuelven a subir.

El tema es que, ese trocito de tiempo que equivale a los centímetros en los que subo la barra, me cuesta dejar de hacer otras cosas que deseaba, a parte del coscorrón.

El coscorrón es en forma de estrés, de no cumplir algo y de tener que priorizar renunciando a cosas que quería hacer.

 

Al final no queda otra que soltar.

Pese a que quieras hacerlo todo.

Pese a que te encante hacerlo.

Pese a que muchos días puedas.

 

A día de hoy, parece que no doy con la fórmula, de hacer lo mismo en el mismo tiempo.

Esto no significa que en el futuro no pueda.

Ahora mismo es pasarme por encima.

Como el Coyote, cuando trata de aplastar al Correcaminos con la apisonadora, y solo consigue el auto-planchado.

 

Y, pese a que mi tendencia es hacer mucho, ya ha llegado el momento de soltar una parte.

Eso te lo cuento en el siguiente correo.

Con un ejemplo que uso en sesiones.

 

De momento, quédate con que:

Después de unos cuantos golpes con la barra, es mejor soltar lo que no puedes superar.

Llegará el momento en el que si puedas.

O en que las circunstancias, te lo permitan, pero mucho mejor si las fabricas tú.

 

Todos los artículos de la serie en este enlace. Pero mucho mejor, es que no pierdas nada. Lee un poco más.

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Manu Galán

Coach, facilitador y formador en desarrollo personal. Servicios para particulares y empresas.

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