¿Tienes alguna amistad copito de nieve?

 
 

Vamos a suponer que, tu casi amiga, se llama Nieves Coppola y así la caga...

Nieves, se dejó caer del cielo, se presentó en etéreo y titubeó no querer molestar.

Deshojó una pregunta, sonrió nerviosa y puso los ojitos del gato de Shrek.

 

Un pétalo de flor, no concebida para ser pisoteada, para acariciarte como un suave viento.

La mirada amplia y cálida, el discurso ondulante y la pinta de cachorrillo, daban a entender que quería ser adoptada.

 

¿Quién no quiere una amiga que se presenta abierta, sensible y empática?

De primeras centellea y cautiva. En el vaivén de su conversación, te mueve a que pienses, lo especial que es vuestra conexión.

Empiezas a creer que, con ella, siempre podrás contar.

 

Con un vinito y una tímida extroversión, te cuenta pequeñas intimidades, resaltando su deambular vulnerable por la vida.

Hay momentos fugaces de un recíproco compartir, como antesala de contarse los dramas de la vida y lo que duele ahora.

 

Los primeros copos de la temporada siempre son celebrados, alargando la mano para que, al depositarse el deseado, se deshaga con el calor de tu piel.

Y vuelve, un latir de tu infancia, a poner la banda sonora a la estampa.

 

Un día que se tuerce, quieres sumarla, para restar el malestar. Nada del otro mundo, cagarte en un par de personas y soltar un poco de lastre.

Te escucha un poco, se retuerce en la silla (como un político preguntado por los negocios de su pareja), y te despacha con unas frases de taza de Mr Wonderful:

-   Cariño, el tiempo lo dirá…

-   Son cosas que pasan y esto pasará.

-   Pero vamos, tú puedes con esto y más.

Seguido de una excusa peregrina, que la lleva hasta el castillo de Frozen.

 

No lo sabes, pero que ha puesto tarjeta amarilla (o strike 1, si está generosa).

Pasarás un tiempo en el congelador.

 

Al siguiente día que, vuelvas buscando refugio en la caricia de la escucha, por tus cositas del trabajo o las relaciones, te das cuenta de que se licúa.

Se funde y desvanece.  

Estará muy liada.

Atendiendo asuntos.

Con eso que nunca te llegó a contar.

Desazón, vacío y una bonita cara de idiota (disonancia cognitiva), por entender que habría reciprocidad, pero era una relación inocua.

 

Repasas y concluyes, que no pedías que te hiciera la complementaria de Hacienda, solo era estar para ti, como tú estabas dispuesta para ella.

Como si lidiar con toda la carga emocional del trabajo y de casa, no fuera suficiente.

 

Al final, lo que evapora a Natalia Coppola, no es las brasas de tus problemas (de eso sabes, tú escuchas a muchos), es que tener ese momento de intimidad, cuesta:

-   Por tener a abrirse de vuelta, y no saber cómo volver a echar los 7 cierres.

-   Por preservar la integridad de un frágil ego, con sobrecarga de lo suyo.

-   Por no soportar el reflejo de sus propios conflictos.

 

Y a ti, que estás cansada de invertir en vacío, te puede asaltar el pa’qué te metes, qué no funciona en tu vida, trabajo, relaciones,… a la vista de los resultados.

Puede que estemos en una crisis mundial de conexión profunda.

De podernos contar nuestras cosas.

De sanarse hablando.

He desarrollado la habilidad de acompañar como un bambú:

-   Con profundas raíces, para que no me aleje un viento del norte.

-   Con la flexibilidad de adaptarme (a ti).

-   Con la integridad de no fundirme cuando tus temas quemen a otros.

 

Esto de acompañar es un oficio.

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Un abrazo,

Manu

 

PD 1: Dedicado a quienes escuchan, pero no son escuchados.

 

PD 2: Al desvanecerse una Nieves Coppola, no regresa al calor de otros copitos de nieve en el río de la vida… calor

que no das, calor que de regreso pierdes.

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Manu Galán

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