¿No avanzas? ¿Y te cuesta tener paz mental? ¿Sufres por ello?

Francisco tiene el lío gordo en la cabeza.

Pero el estrés venía del corazón.

Cuatro jinetes emboscaban sus entrañas:

Tristeza, miedo, rabia y dolor.

 

En la travesía al 2002, Paco cumplió los 60.

Era una época de cambios.

Entraba el Euro de los cojo nes.

Meses atrás cayeron las Torres Gemelas.

Y se sobrevivió al efecto 2000.

 

Ya podía ver el momento de jubilarse.

Sus piernas adormecidas agradecerían soltar el taxi.

Pero esos 5 años debían ser cotizados.

 

El dilema de Paco (Paco Historias, para sus colegas de gremio), era pasarse a los Tours Turísticos.

Amaba todo lo que tuviera que ver con la historia.

Los personajes destacados.

Las grandes gestas.

Los momentos transcendentes.

La creación del arte.

 

Estaba muy distanciado de una pose academicista.

Él, gustaba exagerar relatos y narrarlos en un mix de peli de misterio, chiste y final de fútbol.

De su chispear de ojos, habían salido buenas propinas.

Prefería acechar clientes en hoteles buenos y relatar, el esplendor de su querida “Graná”, en las subidas a Sacromonte.

 

Pese a que en las esperas leía sus preciados libros

(orgulloso de su carnet número 37 de la bilio del Albaicín),

y de escuchar todo lo que oliese a historia en la radio,

no se sentía digno de hacer los recorridos turísticos.

 

En el 97, Clinton, dio un empujón al turisteo guiri.

Se notó bastante que dijera (o asintiera), que desde la Alhambra se contempla la puesta de sol más bonita del planeta.

Muchos estudiantes de historia tomaron la zona monumental, megáfono en mano, para sacarse unas pesetillas.

 

Ni con esas, Paco se permitió el salto.

Tampoco, con la seria recomendación médica, de andar mucho más y sentarse mucho menos.

Y ni su mujer, fan número uno, pudo convencerle.

 

Su diálogo interno, era más o menos este:

— ¿Y sí no quiere nadie?

   Solo soy un viejo que fue cuatro años a la escuela.

   Las dos chiquillas todavía viven en casa, ¿cómo voy a avergonzarlas?

   ¿Cómo me haré cargo de los gastos?

   ¿A estas alturas voy a ser un mal padre y marido?

   Y no vale con tener suerte, hay que hacerlo todos los días.

   Ya me llaman “el Historias”, como pa’que me vean que dejo el taxi y digan que me creo mejor que ellos.

   Esto no es pa’gente sin estudios.

   Los que no tuvimos dinero pa’estudiar entonces, nos jod emos ahora.

 

El tema se ponía cada día más feo.

 

TRISTEZA

Desde que los críos se hicieron grandes, sentía que perdía fuerza vital.

El que era como una lagartija, sentía que se quedaba sin fuerza.

Costaba despertarse, costaba no dormirse viendo la tele, costaban muchas cosas, demasiadas.

Fue curioso: de motor de la familia, pasó a centro de preocupación.

Un cálido beneficio de la insatisfacción, si el deterioro de la salud no lo hubiera acompañado.

 

MIEDO

Ya con un nieto y otro en camino, temía por su jubilación.

Venía el euro, y con él, rumores de incremento de precios.

Su mujer era de origen musulmán y notaba que ahora no la miraban igual.

¿Sería el momento de vender el taxi y la licencia, o mejor esperar?

No se sentía capaz, de hacer otra cosa que llevar gente d’acá’pa’llá, y su salud pronto se lo podría impedir.

Sentía que lo peor no eran las piernas, era el coco y temía que se le fuera.

Con todo lo que ya había estudiado (costo hundido) y lo bien que podría estar si diera el paso (costo de oportunidad).

Esos costos, no amortizados, serían duras pérdidas en lugar de inversiones.

 

RABIA

Toda una vida currando y ahora todo pendía de un hilo.

Previo al taxi, no trabajó cotizando, es lo que había, era otra época.

Si tenía que lo dejaba, tendría muy poco, era injusto.

Él merecía más, pero no por lo trabajado, por ser quien era:

  • Más que quien está tras un volante, diez horas al día, seis días por semana.

  • Más por saberse valioso, pero inadecuado, para lo que soñaba: contar a su manera las historias y cobrar por ello.

 

DUREZA

No soltaba el lío de la cabeza, la presión del pecho y el nudo en el estómago.

No resolvía la ecuación.

No soltaba la idea, de no responder a lo que viniera después.

No aceptaba hacerse viejo, débil y cansado.

Se maldecía por su flojera, por su cobardía y falta de acción.

Veía las ventajas de no mover el culo y se odiaba por ello:

  • Esos cariñitos por estar en el pobre de mí.

  • Saber que no hay fracaso, si decides no echarle huevos.

  • Tampoco eres un fraude, si al poner todo de tu parte, no sale.

  • De cambiar todo, no habría marcha atrás, siempre tendría que dar lo mejor y a diario.

 

Lo que deseaba era salir del sufrimiento.

Resolver el acertijo y recuperar la paz y las ganas.

Tener tregua en el cuerpo y en la maraña mental.

— ¿Qué me pasa que no avanzo pese a todo esto? ¿A caso es bueno quedarme como estoy?

 

Un día se derrumbó con su mujer.

Paco siempre lo había evitado.

A tu fan número uno no se la muestran tus mierdas, pensaba.

Pero ese día fue distinto.

No es que pasara nada especial, es que ya eran muchos días.

 

Nabila, que siempre hacía honor a su nombre, dijo:

— No puedes seguir así.

   Mueres en vida.

   Para alcanzar la serenidad, tienes dos caminos:

  • Dar el paso, que ya sabes que te apoyo.

  • Seguir hasta jubilarte, pero aceptándolo para dejar de sufrir.

   Avanza en cualquiera de las dos opciones.

   Este término medio o cualquier otro no te vale.

 

Sabio consejo el de Nabila.

Un pilar de la paz mental es tomar y responsabilizarse de las decisiones:

  • Actuar y asumir las consecuencias.

  • No actuar (o hacerlo en otro sentido) y desengancharse de lo que podría haber sido.

 

Hay decisiones que son complejas.

Que implican renuncias en cualquiera de las opciones (mira esto).

Sentirse satisfecho, se hace complicado.

Sobre todo, si pones en connotaciones muy negativas a los resultados (aquí más información sobre aceptar).

Podrás comprender que:

El sufrimiento viene del enganche: a no tomar decisiones o a no querer responsabilizarse de las consecuencias.

 

¿Qué harías en el caso de ser Paco? (hay una caja para comentarios al final de la página)

 

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