La falacia del costo irrecuperable -1/4- Andrés
Antes de que corras a ver lo que significa en Google, te diré que el concepto es más profundo de lo que pueda parecer. Y, por lo normal, se explica mejor con ejemplos.
Usaré a Andrés, Sandra y Alba, más un remate al final. Para que no se te haga muy largo te lo parto en 4:
Parte 1: Andrés y su trabajo.
Desde los 19 trabajaba en la misma fábrica. Recuerda con nostalgia aquellos primeros días en los que todo era nuevo. En los que volvía agotado e ilusionado, a casa de sus padres, era sinónimo de haber aportado y aprendido. Aprendido y aportado.
Pocos entendían sus ganas de trabajar.
“¡Que te vas a herniar, chaval! Luego pasa por aquí que hay más curro, Andresín. Esto no se acaba.”
Destacó “para bien” y bastante rápido escaló puestos.
A los 27 le hicieron encargado.
Ahí empezó a ir todo mal.
Ya no disfrutaba de su trabajo y volvía mustio a casa.
Discutir constantemente sus compañeros disparaba su acidez.
El trabajo administrativo le dolía, como al preso el aislamiento.
18 años después no se reconocía ni en las fotos. La sonrisa invertida, la piel de muerto resucitado, la barriga le anunciaba bastante antes,...
Su mujer, vio que era imposible, años atrás. Antes de los peores momentos, le gritaba que cambiara. Ahora solo hay silencio sin contacto y escarcha en la mirada.
Su hija, es una desconocida con problemas, a la que no sabe acercarse.
Andrés si era consciente que su ilusión por la vida estaba como los últimos granos de un reloj de arena.
Él, que se comía el mundo, ahora va de la cama al trabajo, del trabajo al sofá y del sofá a la cama.
Pero se decía: “¿Cómo lo voy a dejar, si llevo aquí toda mi vida?”
¿Has pasado por alguna situación en la que ya no tienes ilusión por el trabajo?
¿Te lo has llevado a casa? (me interesa saber cómo)
¿Ya no te reconoces?
Hago acompañamiento (del bueno).
Sin chorradas y con garantía.
Contacto y suscripción desde el cajetín de abajo.
De estar fuera: noticia, consejo o reflexión de desarrollo personal que te pierdes.
¿Te gusta la idea? Apúntate.
¿Qué te deja de gustar? Te das de baja.
