Manu Galán

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Gabriel, Susana y el Pueblo (parte I): El síndrome de Tarzán.

En el Pueblo, por siempre sería la Susi, la hija de la Mari.

Y por mucho que lo aborreciese, no lo diría.

Era incapaz.

Superior a sus fuerzas.

Para ella, era imposible oponerse a lo que dijeran.

Y pesaba tanto que, estaba muriendo en vida.

 

Susana, a todas luces, había tenido una infancia feliz.

Sus padres eran los panaderos y nunca faltó de nada en casa.

Habían conseguido mucha estabilidad para ella y sus dos hermanos.

En su familia, su madre (la Mari), tenía muchísimo peso.

Su padre, era muy reservado, trabajador

y no se desviaba de lo que la Mari imponía.

 

Desde bastante joven, madrugaba antes del cole para trabajar.

Limpiaba y recogía el obrador.

En ocasiones se la veía con harina en la cara o en la ropa.

Detestaba aquello en secreto, pero tragaba.

“No estaba bien que piense así.”

“Soy injusta. Eso no se hace.”

“Me quieren, protegen y me lo dan todo resuelto.“

Por ello, incluso se intuía que canturreaba.

Pero era porque no estaba realmente allí.

Viajaba, en su imaginación, a películas en las que la rescataban de su apatía.

 

Su madre primero, su padre secundando y, desde sus trece,

su hermano mayor, decían lo que tenía que hacer.

Con quien pasar su tiempo,

que comer,

cuando dormir y despertar,

que leer,

escuchar,

estudiar,…

… que pensar,

que sentir,

que soñar,

cómo vivir.

 

Al poco tiempo, soltó los mandos de su vida.

Desde la inercia, de quien no arriesga con decisiones.

Desde el pánico, de no saber ya tomarlas.

Desde la programación del:

“No sabes.”

“No debes.”

“No vales.”

 

De no revelarse, pasó a no reconocerse.

Ni el valor, ni el coraje,… ni las ganas.

Pronunciarse, se convirtió en algo horrible,

que la hacía temblar de terror.

 

Ya moza, se fijó en Gabriel.

Alto, fuerte, decidido, con aspiraciones.

Y daba igual que no fueran las suyas.

No se parecían a las de su casa.

 

Él parecía no verla, o solo por encima del hombro.

“De momento”, se decía.

Lo incorporó a sus películas y canturreos.

Se la llevaría en sus fuertes brazos, pronto, muy pronto, y sería casi un rapto.

Rezumaba necesidad de fugarse a toda prisa del Pueblo.

 

Más miraba ese fuego que brotaba de sus ojos,

más quería hacer que se extendiera sobre ella, abrasándola.

Pese a que supiera que no era bueno con sus padres.

O precisamente por ello.

Pese a que no quisiera tener una vida “normal”.

O precisamente por ello.

Pese a que quisiera romper moldes y salir del Pueblo.

O precisamente por ello.

 

El Toño la rondaba.

Ella ni caso.

No se parecía a sus rescatadores de ensueño.

Demasiada parsimonia.

 

Fuera del alcance de su consciencia:

El Toño era su espejo, demasiada parsimonia.

Eso no era lo que necesitaba.

Y esa ensoñación idealizada por su Gabi, era un autoengaño.

En realidad, no era su príncipe rescata princesas.

Lo que por dentro estaba pasando, era un:

 

Síndrome de Tarzán o efecto liana.

Al igual que el personaje, que no suelta una liana hasta tener la siguiente bien sujeta.

Se dice de personas que no sueltan una relación hasta que tienen otra.

En ocasiones, implica:

  • Una baja autoestima, miedo a la soledad y necesidad de compañía.

  • Estar con dos o más personas en paralelo.

  • Soportar una relación no satisfactoria por no saber estar en soledad.

  • Lanzarse, sin pensar, a los brazos de una nueva pareja (no necesariamente adecuada), por salir de la anterior.

Esta necesidad de seguridad, más sutil,

se puede ver en el cambio de trabajo.

Con auto-justificaciones elaboradísimas.

Por las cuales, se traga (rodillas en tierra), se baja ropa interior (culito en pompa) y se muere en vida.

 

El estrés laboral que puedes estar soportando,

por no llevar la vida que mereces,

bien vale que te pares a pensar lápiz en mano.

Sintiendo la experiencia de estar allí:

  1. ¿Qué coste estás asumiendo por no soltar esa liana?

  2. ¿Realmente no puedes soltarla?

  3. ¿Eso es cierto al 100%? ¿Sin ninguna duda?

  4. ¿Cómo aguantarás siguiendo en lo mismo, jornada tras jornada?

  5. ¿Cómo te sentirías, sin tener que vivir la experiencia de tu trabajo actual?

  6. Anota tres acciones que quieras hacer.

  7. Pero da un pasito, en una de ellas, en este mismo momento.

 

Susana, soltaría a sus padres y hermano,

cuando atrapara a una nueva figura de referencia, Gabriel.

Pero, llegado el momento, se podría conformar con el Toño.

Hay lianas a las que las salen espinas.

Y hay enredaderas, que bien pueden servir para seguir en el aire.

 

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Para leer las siguientes partes:

Gabriel, Susana y el Pueblo (parte II): Decisiones, malditas decisiones.

Gabriel, Susana y el Pueblo (parte III): La escucha y el cohete de las fiestas.

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