Manu Galán

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¿El poder corrompe? Síndrome de Hibris, Hubris o Hybris.

El líder tirano, ¿nace o se hace?

¿Hay un antes y un después de alcanzar el poder?

¿Tener una posición de mando te hace vulnerable a caer en este síndrome?

¿Corrompe a todos, a algunos o solo a quien ya eran así antes de acceder al poder?

 

Tania, dicho por sus compañeros, era la candidata ideal para el puesto.

  1. Correcta y consciente de las normas.

  2. Dulce y ayudadora.

  3. Motivadora y con hambre de más.

  4. Con personalidad y sensibilidad.

  5. Con preparación y autonomía.

  6. Comprometida con el trabajo y una leal compañera.

  7. Alegre y con multi-potencialidad.

  8. Fuerte y con los pies en la tierra.

  9. Conciliadora y de fácil trato.

El pack completo de la buena jefa.

La líder exitosa.

 

Lo celebraron en la oficina.

Siempre era buena excusa para estas cosas.

Pero esta vez era sincera.

Felicitaciones calurosas, queso de oveja y aceitunas negras.

Abrazos y sonrisas entre tortilla de patata y empanada gallega.

Brindis incluido, con cerveza tibia, en vaso de plástico.

Tania se emocionó.

 

Echó su lagrimita.

Que para eso era sensible.

Pero no mucho tiempo, que era enérgica y chistosa.

No era adecuado tener una jefa con el rímel corrido.

Dejó pintalabios en carrillos, por su ternura y cordialidad.

Repartió elogios, hizo piña y tiró de cifras e historia de la empresa.

Dijo las palabras precisas para animar a los compis.

Por fin se podía considerar lideresa.

 

Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder.

Abraham Lincoln.

Tiempo después, en la máquina de café, se decía:

— Es el poder, que corrompe con el tiempo, igual que el dinero y las herencias…

— A mí, me da que, por los marrones y las movidas, se ha intoxicado del puesto.

La ha cambiado el carácter, en ná de tiempo, a la chiquilla.

Y ahora la paga con nosotros.

— Pues yo, creo que siempre fue así, pero llevaba la piel de cordero para ascender.

 

Tania pasó de tener un puesto, que la quedaba grande, a hacerse grande en su puesto.

 

El síndrome de Hubris (hibris o hybris), describe un comportamiento desmesurado, de orgullo y arrogancia.

Está asociado a adquirir el poder y tratar con desprecio, a quienes consideran por debajo de su posición.

 

Esto se ve en personas que consiguen el poder o dominio sobre otros:

Jefes con empleados.

Entre hermanos cuando dejan a uno al cuidado.

Cabecillas de bandas.

Políticos con sus ciudadanos….

Incluso personas con dinero, por el simple hecho de tenerlo.

Pero no suelen recibir los malos humos, otras que también tienen buenos cargos.

No se puede considerar una enfermedad.

Tampoco es que el poder en sí, sea lo que corrompa, tiene que ver con la persona.

En ocasiones, pueden observarse cambios radicales en el carácter, al ocupar un puesto de liderazgo. Al rebelarse en ellos, el sentimiento de poder.

Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder.

Pitaco de Mitilene.

Tania necesitó del equipo y tiró de él.

Su antecesor había dejado varios muertos bajo la alfombra.

Fue ayudada, incluso mucho, por algunas personas.

Entró al tajo, se comió los marrones bien calientes y creció.

El lío, se hizo luego, cuando pasó el tiempo:

 

Cuando recibía la valoración o los halagos, incluso demasiados.

Cuando obtenía la validación de ser la líder.

Cuando se sintió que ya era suyo el puesto.

Cuando se empezó a entrever un lado desconocido de su personalidad.

 

Cuando tenía la decisión de qué se hace y en qué momento.

Cuando sentenciaba sobre otros.

Cuando estos la obedecían y su auto-estima rompía la escala.

Cuando empezó a ver que no había consecuencias a pequeños atropellos.

Cuando toda sombra, de estar en el mismo escalón que el resto, se fue desvaneciendo.

Cuando su ego se expandía más allá de su cuerpo, ante tanto refuerzo.

Cuando se creía que era por ella y no por ser la jefa.

Cuando la ambición cambió su cara, su voz y su postura.

Cuando lo que su mirada altiva desprendía era arrogancia y desprecio.

Cuando se acentuó su actitud alterada y se mantenía en rachas de más tiempo.

 

Cuando perdía de la realidad.

Cuando otros la piropeaban el “traje nuevo del emperador

Cuando se consideraba la mejores y la única con capacidades de mando.

Cuando se consolidó una creencia de omnipotencia.

Cuando era más importante enaltecer su auto-imagen que cuidar al equipo.

 

Cuando se hizo yonki de su estatus, capaz de apretar las tuercas y exprimir por su nueva dosis.

Cuando se enfadaba al no recibir el aplauso, la reclinación, la bajada de cabeza a su paso, la retirada de la mirada (como si fuera el propio Sol que te quemase).

Cuando se creyó con el poder moral para avasallar desde su atalaya con trono.

Cuando las gafas del orgullo anestesiaron su humanidad, fue insensible con los que antes eran como ella y se volvió despiadada.

 

La prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él.

Thomas Macaulay.

Quien pisa rosas, se olvida de sus espinas.

  1. Puede que te gusten las reglas, pero no las incoherencias.

  2. Puede que quieras alguien a quien amar, pero no pasará el aro de fuego de la humillación.

  3. Puede que te quieras mirar en el espejo del líder, pero no validarás al que te hace insignificante.

  4. Puede que te adhieras a quien más autoestima desprenda para tomar su esencia, pero no querrás que te ignoren y te traten como al rebaño.

  5. Puede que admires la determinación y no por ello quieras ser dependiente de su yugo.

  6. Puede que seas leal soldado de un propósito y no aceptar que te infundan falta de seguridad y criterio.

  7. Puede que el foco claro sea estimulante y rechazar quien te quiere enjaular en su doctrina.

  8. Puede que te flipen los liderazgos fuertes y no por ello permitir que te digan siempre lo que tienes que hacer, robando tu espacio.

  9. Puede que tener quien se responsabilice te dé tranquilidad y no ceder ante sus imposiciones para aplastarte.

 

¿Y cómo se transformaron esas cualidades que la hicieron ascender en la jerarquía hasta alcanzar el mando?

  1. Inquisitiva y obsesionada con el cumplimiento de sus órdenes.

  2. Con orgullo inconsciente y manipuladora emocional.

  3. Llevando la máscara del éxito y la ambición desmedida.

  4. Compensando sus envidias e insatisfacciones, y saltando emocionalmente a la mínima.

  5. Desconectada emocionalmente de otros, avariciosa y antisocial.

  6. Paranoica, canceladora, negativa y frenética.

  7. Ansiosa, disparada, infantil y embriagada de gula.

  8. Avasalladora, violenta, explosiva y sádica.

  9. Inmovilista, ensimismada y disociada de la realidad.

 

La vida da muchas vueltas.

Al igual que un gato se comerá tu cadáver llegado el momento (que esta perturbadora verdad estadística no te saque del tema).

Si tratas mal a quien tienes debajo, de tener la ocasión, te dejarán caer o te darán el empujoncito.

 

En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre acabaron dentro de él.

John Fitzgerald Kennedy.

Tania, a estas alturas, había transformado su forma de pensar y comportarse, sacando su lado más oscuro.

Con esa sensación de impunidad, fue destruyendo la moral de muchos de sus empleados.

Creyéndose dueña de la verdad, pese a sus actos de desprecio y crueldad, estaba ciega de sí misma.

 

Ya había borrado cualquier rastro de bondad hacia el grupo, cuando llegó la debacle.

 

Un conjunto de factores externos taló su pedestal.

  • Los empleados que temían contarla sus cagadas.

  • Hubo quien no avisó del fuego, pese a verlo crecer.

  • También quien echaba leña a escondidas.

  • Antiguos colegas terminaron en la competencia y en empresas de clientes.

  • Había desidia ante el trabajo y todo lo que pudiera beneficiarla, sin cuidado por nada.

  • Hay personas que estaban pendientes de su salida. Y otros de no cagarla.

  • Bajas cada vez más estiradas.

  • La fama cuesta, la buena. La mala se extendió, como la sección de turrones de un súper en noviembre.

 

Pero sin duda fueron los propios los definitivos:

  • Volverse impulsiva y un poco serial killer.

  • Imprudente y cegada de confianza por su egocentrismo.

  • Menosprecios a diestro y siniestro. Desechando opiniones, ideas y faltando al respeto.

  • Dejarse en casa la ética y la moral.

  • Poner en su ombligo el centro del universo.

  • En busca del enaltecimiento de su autoimagen, fruto de alimentar una identidad errada.

  • Excesos, vanagloriarse, manifestar su superioridad sin pudor ni arrepentimientos.

 

Nuevamente, hubo risas en la oficina.

Tortilla, queso, empanada, cerveza tibia en vaso de plástico.

Pero supo mejor que nunca.

Se hizo leña del árbol caído.

Se brindó por la partida de Tania.

Se dieron abrazos y besos.

Se comentaron los desmadres y se deseó lo peor entre risas de satisfacción.

 

Y Tania.

Sobre identificada con el puesto.

Obsesionada con ese poder que no era suyo, se lo habían prestado.

Carente de sentido, miradas desde abajo y de personas a las que zarandear.

Se quedó vacía.

Su autoridad se fue.

La sustituyó la tristeza.

Por esa parte de ella que se perdió.

De no caber en sí, a quedarle grande la cama.

De no pisar el mismo suelo que los humanos, a no pasar un pie del rellano.

La dura caída de su dominio aterrizó en un cuadro depresivo.

 

 

Hybris (Hibris o Hubris) fue una diosa clásica griega.

Personificación de la insolencia, la falta de moderación y el instinto. 

Características reprochables en esa cultura.

Muchas personas huyen del poder y el dinero.

Temiendo, lo que tanto detestas en las personas aquejadas a este síndrome.

¿Crees que si tienes poder puedes corromperte?

¿Conoces a alguien con este síndrome?

¿Y que haya sufrido por ello? Puedes mandarle el artículo.

Te leo en comentarios y si te suscribes mándame correos.

 

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