Liarla por atentar contra la propia identidad.
Nuria salía con Rodrigo.
Siempre se les veía juntos.
Monísimos los dos.
Una pareja de revista rosa.
Un Instagram de envidia cochina.
Lo primero que podrías ver todos los días,
es una foto con su reloj deportivo y 2 cifras absurdas:
la de km recorridos y la del madrugón.
Una frase tipo “La vida el bella a 5ºC, disfruta del maravilloso día”.
Y emojis como si el mañana no existiera.
Terminaba de correr con mejor imagen que con la que otros doblamos la esquina.
Él, a veces sin camiseta y otras en traje,
publicaba: “Haciendo el cafetito a mi amor”.
Y más emojis que un congreso de Mr. Wonderful.
En la foto, las tostadas tenían mermelada haciendo un corazón.
A Nuria (Nuri para las amigas), la decían en el trabajo:
“Jo, tía!!! Qué suerte con tu crush!!! Se os ven tan bieeen…”
Nuri sonreía por fuera y crujía por dentro.
Lo notaba en todas ellas:
Sus falsos tonos de voz.
Sus labios apretados o mordidos de deseo al verle.
Sus ojos, desorbitados y en fuego cuando se posaban en él.
Sus manos como mariposas sobre objetos, simulando acariciar.
Ya sabía de varias lagartas que estaban tras Rodrigo.
No soportaba las zorras de su trabajo que revoloteaban.
Las que se hacían las locas cuando la veían venir.
Trataba de dedicarlas las fotos de besos y abrazos.
Y en ocasiones, hasta frases tipo: “Ojalá todo el mundo, encontrara su alma gemela”.
También se decía que, lo mismo, alimentaba el odio de las “ladronas de hombres”.
A ella Rodrigo no la daba seguridad.
El siempre tan abierto y disponible.
Haciendo tantas horas en el trabajo.
Con tantas amistades.
Y la obsesión narcisista, de verse joven y guapo.
Desde que vio una peli, en la que la prota se desfigura.
Estaba segura que, él la dejaría llegado el caso.
Disfrutaba de llevarlo del brazo, cuando era su centro de atención.
Y se notaba sombría al no tenerla.
Revisaba sus llamadas, mensajes y redes sociales.
Incluso se había hecho un perfil falso para curiosear.
Odiaba esto.
Ella no era así.
Siempre fue la guapa de la clase.
La que ligaba sin pretenderlo.
El centro de atención.
Para colmo, su Rodri estaba en un proyecto en Suiza.
Pasaba allí algunos días.
Salía de cena con los compañeros.
Algunos de ellos solteros y otros, peor que si lo fueran.
El tan “macho ibérico” y ellas tan rubias y altas.
Desde el segundo viaje lo veía raro.
La explotaba la cabeza.
No sabía qué hacer.
Él vivía ajeno a su sufrimiento.
Se obsesionaba con que no le importaba.
Su hermana la sacó arrastras de casa.
La pintó el morro y la puso un escote.
La dio mucho vino en la cena.
La llevó a un sitio de esos en los que los hombres fantasean desde la barra.
Algunos de ellos acechan a víctimas incautas.
De esas que no suelen beber, pero que lo hacen,
para apagar el fuego de sus emociones no resueltas.
Allí se plantó Fernando.
Captó su atención con humor.
Frases pulidas en innumerables escarceos.
Con colocarla en el centro de su universo, ya la flojeaban las piernas.
Una cuidada historia de las de “dar penita”, la remató,
(que si el amor es esquivo y el momento es único).
Nuria se había dado permiso.
Permiso para olvidar.
Permiso para ser protagonista.
Permiso para devolver los agravios de la falta de atención.
A la mañana siguiente, Nuria no fue a correr.
Tampoco hubo foto chachi en el Insta.
Tan solo un paseo, cabizbaja, con su perro.
Un repaso por su vergüenza, que se dibujaba en los escaparates por los que pasaba.
“¿¿¿QUIÉN C0Ñ0S ERA ESA???”
“Yo no soy así”, se decía.
Y pese a que nadie lo sabría,
(Fernando estaba casado, según descubrió).
Ella se sentía rota por dentro.
Quería a Rodrigo.
“Es un buen tío, ¿no?”
“No se lo merece”
Y una y otra vez, “Es que yo no soy así.”
Se odió por ello.
Mucho.
Tras dos días de infierno, lo tenía claro.
Lo dejaría, pero ahorrándole la historia.
Podría vivir con la mentira,
pero no con la verdad que reflejarían los ojos de Rodri.
No soportaba la imagen del espejo.
Un año después, Nuria seguía sin publicar nada.
Era una sombra de la “chica happy” que un día fue.
Se la notaba sombría, gris y apática.
Su hermana, la había vuelto a sacar arrastras.
Esta vez para llevarla a terapia.
Comprendería:
Que la imagen que se hizo de ella, equivale a su identidad.
Que cuando la imagen es muy definida, sin ningún resquicio,
cualquier cosa que se salga de ahí, no vale,
no corresponde, no es posible, no debería existir,…
Como decirse: “Es que yo no soy así.”
Pero a la vez, se es…
Nadie es 100% esto, o lo otro.
No todas las circunstancias son iguales.
No todos nuestros pensamientos nítidos.
No todas las fronteras claras.
No todos es blanco o negro.
La vida es una amplia gama de grises.
Que veamos que algo tiene:
mejores consecuencias,
más ventajas,
menos dolor asociado,
más posibilidades,…
no significa que una de las opciones se transforme en pura.
Que no admitamos que, una parte de nosotros,
presente un brochazo de otro color,
por un lado, es infantil, y por otro,
tremendamente exigente y destructivo.
Nuria, podría asumir, de forma responsable, lo que hizo,
que su personalidad está llena de matices,
que sus contradicciones son también parte de ella,
que lo único a lo que debería aferrarse de sí misma,
es a darse el 100% de su amor siempre.
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