Jacinto y Nuria son una parejita de abuelitos adorables. 

A veces. 

No siempre. 

Solo en algunas ocasiones. 

Pueden estar rabiosos y quejicas. 

Pero no a todos los días. 

Y de los días buenos, no 24 horas.

Como la costumbre de tomar sus pastillas.

También tienen la de tomar las noticias en la tele. 

En tres cómodas tomas al día. 

Desayuno, comida y cena. 

Sin falta.

Puntualidad inglesa de reloj suizo.

Ni una sola inoculación hipnótica se queda sin consumir.

Y entre medias, se empapan el periódico de cabo a rabo.

Tanta información intoxica y pudre.

Info-xicados.

 

¿Y por qué lo hacen?

Siempre ha sido de esta forma.

Día tras día.

Mes tras mes.

Año tras año.

“Nosotros somos así.”

“Lo hacemos siempre.”

“Habrá que estar al día, ¿no?”

“Nos gusta estar informados.”

“¿Cómo te vas a enterar de lo que pasa?”

“Es que a la gente parece que no le importa nada.”

…

“El mundo está fatal. Y la gente también fatal.”

“Nos enfadamos mucho viendo el noticiario.”

“La economía. ¡Cómo va la economía!”

“¿Y los políticos? ¡Unos estafadores!”

“Nos quedamos tocaos.”

“Gritamos a la tele.”

Enganchados al malestar.

Al enfado de camisa de fuerza. 

A ese soltar quejas de carretilla.

A la amargura creciente.

Al miedo. “¡Madrecita cómo está el patio!”

Haciéndoles compañía, incluso al uno del otro. 

Azuzando una energía de estrés, que pide más de eso mismo.

 

Los ancianos pensaban:

Que informados vivirían mejor.

Que estarían a la última.

Que sería los más listos de la partida de los jueves.

Que demuestran compromiso con la sociedad.

Pero nada de eso está pasando:

Ni vivir mejor, es tener estrés en tres revolcones diarios.

Ni saber ciertas cosas, es plato de gusto.

Ni es de ser más listos, estar rabioso delante de otros.

Ni tragarte lo que te dicen unos, es comprometerte con todos.

¿No será mejor comprometerse con uno mismo?

¿Con lo que te hace bien?

¿Con no hacer lo de siempre para sentirte como nunca?

Esto ya nos lo traían desde el estoicismo. 

Intentar controlar o cambiar lo que no podemos, tiene por único resultado el tormento. - Epicteto (filósofo estoico y esclavo). 

Y puede que te estés preguntando,

por ese gusanillo en el estómago,

por el diálogo en tu cabeza,

que te avisa de una posible pérdida de ventaja competitiva o supuesto placer. 

FOMO

El síndrome FOMO (fear of missing out), es el miedo a dejar pasar o perderse algo. 

Va desde una desazón a una obsesión. 

Podrías no disfrutar de lo que otros experimentan. 

Va ver las noticias, claro.

Pero también de estar en las redes sociales o de hacer zapping compulsivo.

Y aplica tanto si estás pendiente de cosas, como de personas.

Y se usa para manipular en la publi y los medios hay titulares del estilo:

“Aguanta la risa cuando veas la nueva operación estética de Fulanita”. 

La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de este principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no.

Si quieres mejorar, prepárate a ser considerado ignorante con respeto a las cosas externas.

Epicteto (de nuevo).

Sobre lo que pensamos tenemos 4 círculos. 

Esto me va a dar para un próximo artículo

(de no querer perdértelo, mejor que te suscribas),

que enlazaré aquí, cuando lo publique.

JOMO

En contraposición al síndrome FOMO, nace el JOMO (Joy of Missing Out),

es el disfrute de no estar pendiente de lo demás (ni de los demás).

O el arte de que te produzca transpiración genital lo que pase fuera.

Y, llevado más allá, el disfrute de lo que haces en cada momento. 

Un punto importante es que:

Al igual que como adulto decides que comer

(o puede que te interese empezar a hacerlo desde ahora). 

Es lo mismo para la forma en la alimentas tu mente. 

Enfermarás con mala nutrición o la mala información. 

La dieta hipo-informativa.

No ésta, no te quejarás por hambre.

Es más, al reducir la exposición al cortisol, derivado no ver en noticias

(compuestas de desgracias, penurias, lados oscuros del ser humano,…),

esta dieta adelgaza.

Dado que, el cortisol produce inflamación.

Y si se cronifica, enfermedades.

De lo importante te vas a enterar. 

Llevo tiempo haciendo la dieta hipoinformativa. 

Vamos, que me arriesgo lo menos posible. 

Y cuando quiero hacerlo sobre algo, elijo el cómo y con quién. 

Pongo cuatro ejemplos de cosas que me “llovieron“: 

• Convocatorias de elecciones varias.

• Incendio de la catedral del jorobado.

• Confinamiento y su final.

• Renuncia y fuga del emérito.

No pasó casi tiempo en saberlo y no perseguí desesperado las noticias,

como Lionel Hutz (el abogado miserable de los Simpson), tras las ambulancias.

Al final, a poco que tengas redes sociales y te relaciones con gente,

te estarás exponiendo a miles de impactos. 

¿No te ha pasado que no quieres saber más de algo?

¿Qué te sale el temita por las orejas?

Jacinto y Nuria, tienen la posibilidad de salirse de lo de siempre. 

De tener la cabeza más despejada. 

No echar gasolina las fogatas que hacen que les salga humo de la cabeza. 

Dejar de alimentar miedos, rabias y obsesiones. 

Buscar estar menos horas, de menos días, con la versión post-noticiario. 

Colocarse menos, en la diana informativa, es una parte del trabajo. 

La otra es, poner cada cosa en su lugar, aceptar que estén ahí, y desde ese punto, hacer lo que corresponda. 

Re-interpretar la forma de ver la vida para no sufrir.

Ojo, que no digo doler, que eso es inevitable.

Digo sufrir, que es lo que decires cebar.

Y finalmente, llegar a sacar los aprendizajes y fortalezas. 

Pues de eso van estos artículos. 

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