Manu Galán

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La falacia del costo irrecuperable -3/4- Alba

La protagonista de esta tercera parte de la explicación es Alba.

Su dificultad respecto a la falacia del costo irrecuperable es distinta. No tan ligada al tiempo, como al esfuerzo (y a la vez, los días se hacen eternos cuando hay mucha dureza).

Parte 3:  Alba y sus estudios. 

Pese a su frágil aspecto, las entradas y salidas al hospital, y su actual rostro más propio de una persona 15 años mayor, Alba tuvo una infancia feliz.

Recordaba, que por un tiempo, sus padres se querían y había risas en casa.  

La cosa empezó a cambiar cuando tiene recuerdos de su padre llevándola al colegio. Antes de llegar, se ponía tenso, respiraba rápido y apretaba los dientes.

“Papi, te prometo que estudiaré mucho”, decía a la vena de su frente. A lo que su padre le respondía con una sonrisa amarga y un beso ausente.  

Tardó mucho tiempo en darse cuenta, que la culpable no era ella, ni el colegio. 

En la adolescencia, la que sentía dolida era a su madre.

Siempre recriminaba a su padre “ya no eres antes”. Seguido de un portazo, lloros y pérdida de brillo. Su madre tampoco era ya la de antes.

Ahí llegaron sus desfiles por las consultas de los hospitales. “Que no me duerme”, “que no me come”, “que no me…”, “que no me…”. 

Asfixiada por su madre (dependiente), e ignorada por su padre (abducido por sus mierdas en el trabajo).

Quiso un buen trabajo: para no ser ama de casa (nunca sería prisionera como mamá), ni de los del medio (que reciben presión de los dos lados). 

Odió Derecho desde el primer día.

Hubiera preferido Física o Exactas, pero no daban dinero.

Se juntó todo: la auto-exigencia, la guerra fría en casa, constitución enfermiza, el ambiente de la uni, la tendencia a somatizar todo,… 

Antes del último examen del tercer año, colapsó por primera vez.

Un ingreso más, pero esta vez era generalizado.

Apenas llegó a casa, aún muy colocada y débil, como si fuera una flor diente de león, pensó en que debería mandarlo todo a la mierda.

“Pero, ¿Cómo lo voy a dejar, con lo que me han costado estos años?” 

 

¿Has hecho alguna promesa de la que no sabes salir? (me encantaría conocerla)

¿Estás dándolo todo en algo que no crees que te hará feliz? 

¿Ya no te reconoces? 

Hago acompañamiento (del bueno).

Sin chorradas y con garantía. 

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