Manu Galán

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La falacia del costo irrecuperable -2/4- Sandra

Continúo hablando del concepto de la falacia del costo irrecuperable.

Esta vez, sale a escena Sandra, que con su caso te ayudará a entenderlo mejor.

Para el siguiente día, la estrella será Alva y en el último, cerraré el concepto.

Parte 2:  Sandra y su marido. 

Se enamoró de él por su energía.

Siempre estaban haciendo algo.

Siempre con un plan, incuso cuando no tenían casi dinero.

Siempre con una ilusión distinta.  

Se reía con él hasta que la dolía la tripa.

Siempre contaban tonterías y exagerando con fantasías locas.   

A los 21 se quedó embarazada y no dudó en aceptar cuando Andresín (como le llamaban en el trabajo), hincó la rodilla.

“¿Qué podría salir mal? Me hace reír y es trabajador”.

Poco podría pensar la Sandra de aquellos tiempos, que su amado Andrés sería la hiel de sus mejores años. 

Pese a poder refugiarse en los cuidados de su enfermiza hija, la actitud de su marido la debilitaba a pellizcos chiquininos.

Toda la ilusión se fue tiñendo del gris de los cielos que anuncian tormenta. 

Al principio peleó mucho. Se resistía a que aquellas dos personas fueran la misma. Si no lo hubiera visto morir cada día no lo creería.  

A dos pasos, tras el fallecimiento en vida de su esposo, fuel el matrimonio y luego ella.  

Sabía que fue un error apostarlo todo a una carta, a una ilusión, a un único punto de luz en el horizonte.

Se decía: “¿Cómo lo voy a dejar, si llevo con él toda mi vida?” 

 

¿Ha bajado tu ilusión por las cosas que antes te daban vidilla? 

¿Se ha contagiado de malestar el resto de tu tiempo? 

¿Ya no te reconoces? 

Hago acompañamiento (del bueno).

Sin chorradas y con garantía. 

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¿Qué te deja de gustar? Te das de baja. 

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