Manu Galán

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Un caso de deudas inconscientes: Padre bocata, madre helicóptero e hijo espagueti.

Tienes una versión en audio bajo estas palabras y, justo a continuación, en texto.

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Borja y Helia, se conocieron casi a los 40.

Venían rebotados, de sendos matrimonios, sin hijos.

 

Borja, era de los de perpetuar su nombre y apellido.

Heredó la empresa de reformas de su padre, también Borja, que se llamaba “Borja e hijo”.

¿Adivina como quería que se llamara su hijo?

Efectivamente.

 

Helia, siempre quiso un retoño.

Ni niña, ni niño.

Un atemporal bebé.

A los 24, ya sabía más de crianza que muchas madres.

Necesitaba compensar una infancia en el internado, con alguien que no la abandonaría.

Ella, sí sabría querer y estar presente.

 

Entre la edad avanzada y las autoexigencias, la deseada criatura no llegaba.

Tras más tratamientos de los razonables, se “quedaron preñados”.

Un milagro >> Un milagro de niño >> Un niño milagro >> El niño milagro.

Pese al embarazo entre algodones, el riesgo era alto, el bebé vino mucho antes de tiempo.

Era arrugado, diminuto y se podían contar las venas.

Medio respiraba por unos tubos, con titánico esfuerzo.

Al verlo, se rompía el alma, se comprimía la garganta y se aguaban los ojos.

Te puedes hacer cargo del sufrimiento de estos padres.

Un calvario.

Se retroalimentaba en llantos y desconsuelos.

Nadie podría haber aportado paz en esos momentos.

 

Finalmente, Borja (que así fue bautizado en el propio hospital, “por si las moscas”), salió de la incubadora.

Otro fenómeno celestial para el niño milagro.

Sus primeros años fueron de ir a muchos hospitales.

Una preocupación que se cortaba con cuchillo.

 

El crío, quería vivir ajeno a todo ello.

Como son chiquillos, exploradores e inconscientes de los peligros.

Otro sinvivir para sus mayores, que todo lo temían, como si tuviera aún el respirador.

 

A medida que se hizo más mayor, se contagiaba de la preocupación de sus padres.

Tanto mensaje de: “lo que hemos sufrido, tu madre y yo, por ti…” y “pórtate bien que nos vas a matar a disgustos…”.

Tanto apretar la mano al llegar al paso de cebra.

Tanto ver la carpeta gorda, la que arrastraban para coleccionar nuevos papeles de médico.

Tanto grito sordo, de quienes competían por el título de “progenitor que si sabe cuidarlo”.

Al irse dando cuenta de la situación, también fue haciéndose cargo de su deuda.

La de deberles la vida.

Y un compromiso, por cada visita a la bata blanca de turno.

 

Borja padre, estaba siempre con el alma en vilo.

Se encargaba de situarse entre la llegada y la salida del cole.

De lo que comprendía conducir a las extraescolares, esperar nervioso y regresar directo a casa.

De situar una base, para que no hiciera deportes de contacto o mínimamente lesivos.

De cubrir las notas, los horarios y las amistades.

Tenía a su hijo emparedado.

 

Helia, era medalla de oro en tormento.

Se encargaba de mostrar su ansiedad a todo el mundo.

Estaba sobre su alimentación.

Sobre sus deberes.

Sobre sus medicinas y citas hospitalarias.

Sobre cualquier mínimo gesto que, revelase el más ínfimo cambio en su salud.

Revoloteaba sobre su niño, en todo momento.

Borjita, cedió a jugar en su cuarto.

A no dar razones para más disgustos en casa.

A vivir, solo, desde sus libros.

 

Cuanto más crecía, más se estrechaba el cerco sobre Borja junior.

“Que la adolescencia es mu’mala”.

Y claro, en medio del cóctel hormonal, el chaval saltó como un muelle.

Él no se veía tan mal.

Sí, era más delgado y bajito que otros, pero nada más.

Pasó de ser blando y moldeable como un espagueti cocinado,…

…a duro, pero quebradizo, como recién sacado del paquete.

Empezó a plantar cara a sus padres.

De promesas familiares que imantan, a darle la vuelta y que repelan.

Misma línea de comportamiento, pero desde la cara de la moneda contraria.

Si antes era sumiso, ahora era rebelde.

Si antes estaba aplacado, ahora estaba siempre enfadado.

8 años después, lo más pronto que pudo, se fue de casa…

En la historia, se presentan dos conceptos muy interesantes:

“El orden”.

“El equilibrio entre el dar y el recibir”.

Que son dos de las tres reglas de los “Órdenes del Amor”, introducido por Bert Hellinger, y que rigen las “Constelaciones Familiares”.

Habrá gente que afirme con la cabeza, y…

…quien desee quemarme en la plaza del pueblo por hereje de la ciencia o la religión tradicional.

Si eres de los últimos, aparca un instante el pegarme la etiqueta de: “abraza árboles”, “quema inciensos”, “golpea cuencos”, “hippie trasnochado”, “hiervas”, “divisa ovnis”, … y “new age de las pelotas”.

Mira esto, como los conceptos del comportamiento humano que hay detrás.

Para el caso del joven Borja, que no se cumplan estas reglas, provoca la suma de:

  • Tratar de compensar años de extremos cuidados, adquiriendo la lealtad del buen hijo.

  • La desproporción de las atenciones asumidas, termina desbordando lo que puede recibir.

Concluyendo en la:

Necesidad de alejarse de los padres.

La pertenencia al sistema, es la tercera de las reglas, en la que ahora no entraré.

Te argumento:

¿Es posible devolver todo a tus padres?

Tienes a unos padres que, si fueron medio normales, sostienen en su lado de la balanza:

  • Darte la vida (y solo con eso, ya sería suficiente).

    Me refiero a que vinieras al mundo.

    Puedes entregar tu vida o darles la de otro, pero no devolverles el hecho de nacer.

  • Evitar que te matases en los columpios, te atragantases con todo lo que estuviera a tu alcance, que te electrocutaras, que te atropellara un coche, que te juntaras con malas compañías,…

    Hay industrias millonarias, apoyando a los progenitores, para que la selección natural no se cumpla.

  • Darte comida, refugio, ropa,… procurar tu educación.

  • Y, cada uno a su manera, darte amor.

En tu plato, por mucho que…

  • …te portases bien.

  • …hicieras los estudios que ambicionaron.

  • …llevases el estilo de vida que pronosticaron.

  • …los cuides como si fueran tus hijos…

Ninguna de las lealtades adquiridas compensará.

  • Trabajar en lo que quieran ellos >> no lo compensa.

  • Formar una familia, poner sus nombres a tus hijos y comprar un piso cerca >> no lo compensa.

  • Vivir acorde a sus mandatos >> no lo compensa.

Nada compensa.

Por ello, los hijos no devuelven a sus padres.

El orden natural es dar a tus propios hijos o al “Mundo” (con tu trabajo, dedicación a otros, creaciones,...).

Y que no está reñido, con que los respetes o hacerte cargo de ellos (cuando no se valgan por sí mismos).

La otra pata es la entrega desmedida.

Si sientes que te aplastan, dándote demasiado, pegarás el piro vampiro.

En el caso de Borjita, se hace insostenible para él, y rompe la baraja.

También pasa en parejas, amistades e incluso entre hermanos.

Si una de las dos partes da en exceso, la otra se ve tan violentada que tiende a salir de la relación, al no poder compensar.

  • Depende del caso, se puede infantilizar al que recibe, quedando quien da, en posición de progenitor.

  • Hay situaciones, en las que se pretende generar la deuda, para que sea compensada con afecto o sumisión.

  • Miedos a perder, que terminan alejando. Etc,…

Las deudas de estos padres:

Si te fijaste, el padre se hizo y perpetuó varias promesas.

Para que su hijo siguiera con su fidelidad, al conjunto de “formas de ser” del clan.

Un “tú como yo”, en este caso: “tú como nosotros” en su rama familiar.

La de la madre venía de la auto-obligación de encontrar un amor incondicional.

Que, según su interpretación, no percibió cuando la apartaron.

Y que su bebé daría, lo que nunca se dio a sí misma.

Sería un: “tú por mí”.

Virar hacia el equilibrio:

No quiero dar la sensación de inmediatez y facilidad, porque muchas veces no lo es.

Con que “te caiga la ficha”, pese a ser imprescindible, no se solucionan:

  • Años de un tipo de comportamiento.

  • Tramas de afectos, que se llevan bastante dentro.

Pero, al igual que ves estas faltas de armonía, intuyes que hay soluciones.

La forma de salir de esa línea de comportamiento, es observarla desde fuera.

Para, devolver las deudas compradas a tus padres, necesitarás:

  • Que te des cuenta que las tienes.

  • Que afrontes las posibles pérdidas de fallar en sus expectativas.

Para, el aplastamiento por el excesivo dar de otros:

  • Nuevamente, consciencia de lo que pasa.

  • Madurez para soltar lo que no quieras tomar y poner el límite sano antes de abrumarte.

Los conceptos, que hay debajo de la teoría de la sistémica familiar, son muy profundos y aplicables.

Rápidamente, puedes llegar a ver cosas que no te cuadran desde hace tiempo.

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